Los Vulnerables en América Latina: El caso de Bolivia
Los Vulnerables en América Latina: El caso de Bolivia
Pedro Hinojosa Pérez

Clasificación por Ingreso económico: Clase pobre: 2 dólares
al día
Clase media vulnerable: 4-10 dólares día
Clase media: 10-50 dólares día
Clase alta: 50 dólares y mas
Clase media vulnerable: 4-10 dólares día
Clase media: 10-50 dólares día
Clase alta: 50 dólares y mas
Presentación
Realizada
Por: Silvano P. Biondi Frangi; Asistente de Coordinación PROMEC; Facultad de
Ciencias Económicas – UMSS:
El conjunto de artículos escritos
y reunidos en el libro escrito por Pedro Hinojosa Pérez nos permite
reflexionar, una vez más, en torno a la temática del desarrollo. A través de un
abanico de elementos complementarios y, a menudo, interrelacionados entre sí y
que son revisados en los diferentes artículos, logramos tomar conciencia de la
precariedad de nuestro sistema de vida (que es cada vez menos “vulnerabilidad
de pocos”). Llego a la conclusión que, todo cuanto se expresa en el libro,
fruto de la minuciosa investigación y sensible reflexión del autor, cuestiona
no sólo nuestra forma de pensar la economía del país y de América Latina en
general sino, más ampliamente, también reflexiona alrededor de nuestra manera
de “estar en el mundo” y de ocupar un espacio colectivo del mismo. Con la sana
impresión, que podríamos hacerlo de mejor manera (y los elementos abordados por
el autor podrían darnos buenas pautas al respecto).
La riqueza o la pobreza de grupos
de personas, que son parte de una misma colectividad, ya empiezan a ser reflejo
de una manera de vivir nuestra experiencia existencial en relación con los
demás y fruto de visiones sociales, políticas y administrativas con respecto al
manejo de la “cosa pública” (los bienes de todos y para todos) de las que la
economía no deja de estar al servicio, buscando y realizando las mejores
opciones para cumplir con su tarea de administrar lo poco o mucho que se tiene
en beneficio de la Comunidad.
Hasta el día de hoy, sigo
rebelándome ante la idea de que entre compatriotas que comparten un sentido de
destino común (la nación), puedan existir franjas consistentes de población que
deban vivir (como si fuera algo premeditado o resultado del mandato de una voluntad
exterior o, peor, de un diseño divino) por debajo de la línea de pobreza,
mientras pocos privilegiados accedan a beneficios que les permiten sobrellevar
sus días muy por encima de la calidad de vida reservada a las mayorías. Y
empeora más el escenario nacional, saber que, como lamentablemente en el resto
de los países latinoamericanos, el quintil más rico de la población de la
nación tiene acceso a grandes porcentajes de recursos que, sistemáticamente,
casi les son negados al quintil poblacional más pobre. En esta situación,
entonces, todavía nos queda bastante por preocuparnos de una redistribución más
ecuánime de la riqueza que se genera en el país, con un pensamiento claro:
todos somos artífices y responsables de producir bienes y servicios de necesidad
para todos y no para unos cuantos (en el país, todavía se ven los procesos de
reducción de la pobreza como concesiones desde la cumbre del poder de los pocos
a la base ancha de los numerosos desposeídos y no como legitimidades de
ciudadanía que no son más que derechos cívicos que corresponden a ciudadanos
maduros conscientes que “para recibir hay que también estar dispuestos a dar”).
Es indudable que en los últimos
años se ha avanzado en el camino, pero pensar que es tiempo de descansar y
dejar de andar, sería un craso error. Falta aún mucho para consolidar el
proyecto de país que los habitantes necesitamos y merecemos. Lo que sería más
alcanzable a partir de una visión y un sentido de “propósito superior” que
supere la inmediatez en la búsqueda de resultados a corto plazo y motive a los
ciudadanos a empeñarse “patrióticamente” en su construcción. En este entendido,
apuntar a una visión de sólido bienestar colectivo representa la voluntad
ciudadana definitiva de aunar esfuerzos para lograr un desarrollo nacional
fuerte y duradero, no para que un grupo (o una clase) de beneficio reducido
esté bien, sino para que todos lo estén. Esto, compartiendo valores y
principios que ese ideal de “propósito superior” ―que ayuda a ver más allá del
círculo de los “pequeños e inmediatos intereses personales o de tipo
corporativo reflejados en las aspiraciones de agrupaciones de distinta índole”―
motiva individualmente en las personas. Se supone que las personas que abrazan
el concepto de “propósito superior” en sus vidas, practican una mayor
disponibilidad al sacrificio para el bien de todos, la renuncia (que se torna
ética) para que otros también vivan mejor y el sentido de profunda
responsabilidad en la construcción de un destino común. Definitivamente: otra
visión de país donde las aspiraciones del individuo se reconocen en la
satisfacción de necesidades de todos y el sentido sano de pertenencia a la
nación nos rebautizaría como auténticos ciudadanos bolivianos (más allá de la
celebración del nacimiento en suelo patrio o por simple descendencia de parte
de ambos o uno de los padres).
En este ámbito, considero que el
desarrollo de un país no puede limitarse a planificaciones coyunturales
pertenecientes a cada gobierno de turno: creo que se debe pensar en planes a
mediano y largo término a los que cada gestión gubernamental aportaría en el
plazo de su duración. Por esa razón, dichos planes deben ser consensuados (y no
sujetos simplemente a la voluntad de quienes gobiernan al país): el progreso
nacional se hace más sostenible en el tiempo cuando responde realmente a una
visión de país anhelado y a las necesidades de las personas que desean ese
desarrollo y, a partir de allí, lo proyectan, lo asumen y lo construyen, Ya no
es suficiente contar con las visiones de pocos clarividentes que finalmente, en
nombre del desarrollo, son presentadas a los gobernantes para que ellos las
ejecuten como parte de los planes de gobierno (y los ciudadanos las asuman como
si fueran la anhelada panacea universal de sus posibles males). Vale la pena
repetirlo y subrayarlo: las decisiones que se toman en función de encaminar el
desarrollo de un país son de mucha responsabilidad para evitar resultados poco
duraderos en el tiempo y, sobre todo, desencantos y debacles en la población.
Lo expone y aclara muy bien, en
los artículos del presente libro, Pedro Hinojosa Pérez que, primero que nada,
hace una saludable diferencia entre los términos de desarrollo y crecimiento.
Advierte (y nos hace entender) que si bien el crecimiento de la última década
―considerada de auge económico latinoamericano principalmente por los buenos
precios de las materias primas y la implementación de una serie de políticas
sociales interesantes― ha sido posible forjador de una evidente reducción de la
pobreza (sacando a un número considerable de personas de la vida por debajo de
la línea de pobreza, aquéllas que se la arreglaban, según el Banco Mundial, con
un ingreso de 2 dólares estadounidenses al día), de por sí, no es garantía para
que se mantenga en el tiempo dicha situación favorable. El crecimiento
económico constante y el progreso ilimitado ―en un sistema finito― ya son parte
de un mito que ya pocos se lo creen.
Aparecen los vulnerables ―a sumar
en las ya detectadas categorías socioeconómicas de “ricos”, “pobres” y “clase
media”―, personas que, potencialmente, ya no son pobres (por el simple dato de
ganar de 4 a 10 dólares estadounidenses al día) pero que no alcanzan ingresos,
en términos monetarios, para ser consideradas parte de la clase media
tipificada con un ingreso diario de 10 a 50 dólares estadounidenses. Llama la
atención que el grupo de las personas vulnerables representa el 38% de los
latinoamericanos, mientras que los pobres representan un 24% y la clase media
un 35%. El autor de los artículos de este libro nos alerta indicando que la
desaceleración económica que se vive en la región podría afectar de manera
significativa al grupo de las personas vulnerables, particularmente por su
capacidad disminuida para anticiparse, tomar recaudos, hacer frente y resistir
a los efectos de una embestida económica. De allí, la necesaria sensibilidad de
(pre)ocuparnos de los vulnerables. Para el bien de todos.
Es así que, gracias a Pedro
Hinojosa Pérez, a través del presente libro nos introducimos en el mundo del
grupo poblacional de los vulnerables, principalmente desde una perspectiva
económica (pero no sólo). Para comprender el porqué de la existencia de esta
franja de vulnerables en el seno de la población y su situación, el autor pone
a nuestra consideración aspectos relativos a la dinámica de nuestro desarrollo
regional, la trampa del ingreso medio que afecta a toda América Latina, el
actual drama de la insostenible relación entre economía y medio ambiente (con
manifestaciones de cambio climático y calentamiento global cada vez más
evidentes que, de repente, nos van haciendo a todos vulnerables), los efectos
de la migración interna, la desigualdad y la pobreza, la informalidad que
caracteriza el empleo en nuestro ámbito de trabajo, las consecuencias del
imparable proceso de urbanización y la importancia de la agricultura como base
económica de las regiones rurales. Particularmente llamativo resulta ser el
análisis realizado por Pedro Hinojosa Pérez de los resultados mostrados a
partir del gráfico de la denominada curva del elefante.
Un corolario de profundizaciones
de parte del autor que vale la pena leer. ¡Buena lectura!
Introducción
Realizada por Pedro Hinojosa
Pérez:
Son varias las razones del porque
interesan los distintos capítulos presentados en el libro y que la
vulnerabilidad es transversal a todos los temas como la pobreza, la
informalidad, el desempleo, la clase media, etc.:
De acuerdo a lo manifestado en
BBC Mundo “El crecimiento de la última década permitió una reducción a casi la
mitad de la pobreza en América Latina, pero creó también una población
extremadamente vulnerable a la actual desaceleración económica regional.
El estudio más reciente sobre el
tema del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que abarca a 18
países de la región, señala que el 38% de la población se encuentra en este
limbo social de vulnerabilidad.
Se trata de unos 200 millones de
personas que no son pobres, pero tampoco ingresaron a la clase media y corren
peligro de perder sus conquistas de la última década.
"Hay dos noticias una buena
y otra mala", afirma Alfredo González, especialista en Pobreza y
Desarrollo Humano del Departamento de América Latina del PNUD.
"Las buenas son el aumento
de la clase media y la disminución de la pobreza. La mala es que aumentó el
número de personas vulnerables a caer nuevamente en la pobreza”.
Dado que el estudio es de 18
países, equivalente a un 90% de la población total de América Latina, hay
variaciones en el desempeño 2000-2012 que el PNUD enmarca en tres sectores:
·
Perú
y Bolivia lideran a las naciones que más redujeron la pobreza en este período.
En Perú buena parte de este sector que abandonó la pobreza pasó a la clase media.
Bolivia registró la mayor reducción de la pobreza de la región, pero al mismo
tiempo tuvo el mayor aumento de población vulnerable.
·
Un
segundo grupo de países son los que no registraron cambios en niveles de
pobreza como Honduras y República Dominicana, o la pobreza aumentó, como
Guatemala, donde se produjo un crecimiento de casi siete puntos de la pobreza.
·
El tercer grupo son países que al mismo tiempo
redujeron la pobreza y la vulnerabilidad, como Argentina, Chile, Costa Rica y,
en menor medida, Uruguay.
Y porque se denomina
los vulnerables?
Se utiliza dicho término para
identificar a las personas que no son pobres (su ingreso o consumo diario
supera los 4 dólares) pero tienen una probabilidad relativamente alta de ser
pobres en el futuro. Ciertos estudios recientes han revelado que la
probabilidad de llegar a ser pobre es inferior al 10% si el ingreso diario de
la persona supera los 10 dólares; de modo que el sector vulnerable se define
como aquellos cuyo ingreso diario varía entre 4 y 10 dólares.
A medida que crece la economía de
los países pobres, no hay duda de que la reducción de la incidencia de la
pobreza será acompañada, primeramente, por una expansión de la clase
vulnerable, y posteriormente, por una expansión de la clase media.
En Bolivia la clase media
representa el 56% del total de la población boliviana, es decir, equivale a 5
millones de personas y de las cuales el 70% vive en las áreas urbanas y solo el
30% aproximadamente vive en el área rural. Acá radica la importancia de la
clase media: moviliza el mercado interno y provee de fuentes de trabajo en la
informalidad y de esa manera disfraza el desempleo. Técnicamente no son pobres
pero tampoco están bien consolidados como tal y que cualquier fenómeno
económico les afecta directamente. Entonces es pertinente tocar con un poco de
profundidad una serie de temas que están correlacionados entre sí. No es
suficiente explicar la desigualdad o la pobreza tomando un solo aspecto. Para
el efecto se asume una serie de variables como por ejemplo la curva del
elefante que explica muy bien los distintos puntos de vista que tiene la
economía, seguramente unos intentaran explicar tocando la trompa porque les
conviene políticamente y otra los otros intentaran refutar la misma tocado la
cola.
En resumidas cuentas llegamos a
la conclusión de que todos de una u otra manera somos vulnerables!!!

2005-2015:
CLASES MEDIAS EMERGENTES: CLASES MEDIAS VULNERABLES
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