NUEVAMENTE LA DICOTOMIA: ESTADO O MERCADO



NUEVAMENTE LA DICOTOMIA: ESTADO O MERCADO
Pedro Hinojosa
Economista
Se hace imprescindible  de tiempo en tiempo la reflexión de  un tema central como es la cuestión: Estado – Mercado.

Su importancia radica en el hecho de que a través de estos dos conceptos se formulan todas  las políticas económicas y por consiguiente los modelos.

Se debe entender fundamentalmente que son dos caras de una misma moneda y que no puede prescindir de uno o del otro.

Las políticas económicas son un conjunto de medidas tomadas por los gobiernos, cuyo objetivo es actuar e influir de manera determinante sobre los mecanismos de la producción, distribución y consumo.

Para tal efecto, el escenario planteado en el país es el siguiente: los indicadores sociales y económicos, con grados diferenciados, muestran un aumento del desempleo que bordea el 10%, la exclusión social que genera descontento cada vez más explosivo, la pobreza de acuerdo información oficial da cuenta que hoy en Bolivia existen 5,67 millones de personas que no cuentan con ingresos suficientes como para sufragar sus principales necesidades (casi la mitad de la población) , de los cuales más de 3,2 millones de personas están en la extrema pobreza, la reducción de la actividad productiva a su mínima expresión, déficit fiscal en aumento.


Al examinar las diversas formas de disposición económica que se han sucedido desde el prehistórico, observamos la presencia constante de dos tipos de instituciones, estado y mercado, que conviven en una tensión dialéctica.

Son dos sistemas contradictorios y en conflicto pero que se necesitan mutuamente.

Entendemos aquí al mercado como la forma de adoptar decisiones económicas (qué y cómo producir,  cómo distribuirlo) mediante acuerdos entre individuos que defienden sus intereses particulares con mayor o menor capacidad de influir en el resultado. El estado, por el contrario, es una organización con capacidad coactiva, que intenta monopolizar el uso de la violencia, con el fin de imponer decisiones económicas a los individuos.

Se suele asociar también el mercado a la libertad en la adopción de decisiones y el estado a la imposición de decisiones. Sin embargo hay ciertos mercados, los monopolios por ejemplo, extremadamente coactivos, mientras que los estados pueden utilizar su poder regulador precisamente para establecer unas reglas de juego libre en los sistemas de adopción de decisiones.

En cualquier caso, en todas las sociedades, con algunas efímeras excepciones, han convivido y conviven ambas instituciones. Parecen necesitarse y complementarse mutuamente. Una frecuente explicación de acontecimientos históricos suele ser la aparición de graves desequilibrios entre ambas instituciones que conducen al debilitamiento frente a las amenazas exteriores.

A pesar de este razonamiento teórico, en la práctica, los resultados fueron diferentes.

La concentración de las riquezas en unos pocos y el aumento de la pobreza y la marginalidad en la mayoría de la población, pusieron de manifiesto que la mano invisible parecía que tenía preferencia por determinados sectores económicos, a los cuales beneficiaba sobre los demás. Esta situación hace que surja una corriente ideológica demandando que la mano invisible del mercado fuera sustituida por la mano visible del Estado. Se defiende entonces que el Estado asuma el rol de motor de la economía y el organizador y regulador de los agentes económicos y de sus actividades, como forma de lograr una mejor distribución entre los distintos sectores de la población de los bienes y servicios socialmente producidos.

Más Mercado y menos Estado es lo que parece que se va a imponer. Constatación de ello es la China junto a los tigres del Asia y en América del Sur las economías emergentes como Chile. Perú, Argentina o Brasil por ejemplo. El boom de la economía mundial es la demostración más palpable de lo anteriormente manifestado.

Por un  lado pregonan la intervención mínima del estado según los liberales liderados por Milton Friedman y por otra los Keynesianos favorables a una intervención más directa y permanente del estado.

La economía es bastante dinámica y no se detiene por mucho tiempo en algún modelo en especial, solo los políticos no marchan a la altura de las circunstancias  ya que los economistas y otros pensadores son los que tienen las ideas y los políticos los que las ponen en práctica. Es que la economía está llena de paradojas como alguien dijera.

La experiencia volvió a demostrar que el mercado y el Estado son dos manos que tienen que complementarse. La iniciativa privada y el mercado han producido en muchos países un crecimiento económico, más no un desarrollo. Hay más bienes y servicios, el Producto Interno Bruto crece, pero las desigualdades sociales permanecen, y a veces se acrecientan. Y esto sucede porque el crecimiento económico es condición necesaria pero no suficiente para que se produzca un verdadero desarrollo y porque el mercado por sí mismo no produce equidad, justicia y solidaridad.

El crecimiento tiene un rostro humano cuando se ejecutan políticas sociales que logran una justa distribución de las riquezas, y esto tiene que hacerse desde el Estado. Junto a la mano invisible del mercado es imprescindible la mano visible del Estado.

La dicotomía  Estado- Mercado estuvo de moda de las discusiones teóricas  y la política económica durante mucho tiempo a fines del siglo pasado, es que, existían teorías económicas polarizadas por intereses económicos y políticos. Así unos propugnaban una apertura total al mercado y otros recalcaban que es mejor la intervención del estado.

Claro el punto central de discusión estuvo centrada definitivamente en la asignación de recursos  como fuente de generación y distribución de los ingresos o mejor todavía,  el reparto de la riqueza.

Desde el punto de vista político la discusión estaba centrada a evidenciar como la aplicación de un método u otro sirve como técnicas de acumulación y distribución del poder y desde el punto de vista económico, está orientada a poner bien en claro las ventajas o desventajas de una forma de propiedad y asignación de los recursos.

Los que opinaban que una mayor intervención estatal era como una forma de aminorar los efectos que sobre la distribución del ingreso tendría un orden económico librado exclusivamente a las fuerzas del mercado.

Por su parte, los partidarios del libre mercado han sostenido que éste garantiza una eficiente asignación de recursos y que cualquier intervención estatal genera ineficiencias y por lo tanto es, indeseable. Como se advertirá el trasfondo de una u otra tendencia no es más que la búsqueda de una mayor equidad y una mejor eficiencia.

Evidentemente toda esta conceptualización es puramente teórica ya que en la práctica la finalidad especialmente desde el punto de vista político es otro.


En la actualidad todos los economistas estamos de acuerdo en la necesidad de que pervivan ambos sistemas, pero mantenemos graves discrepancias sobre qué proporciones relativas deben mantener ambas instituciones o si determinadas decisiones deben ser tomadas por uno u otro mecanismo. Finalmente será la coyuntura la que indique en que momentos será mayor la presencia del estado y en qué momentos el mercado.

A estas alturas lo racional será que construyamos nuestras propias políticas económicas porque no se puede copiar in-extenso políticas Miltonianas o  Keynesianas (solo proporcionan el marco teórico en que se debe desenvolver) que sirvieron para algunas cosas pero que no fueron la solución para otros. Seguramente lo racional será que la mano visible del estado devuelva el rostro humano a la economía y que la mano invisible del mercado intervenga solo en áreas de su competencia.

Académica e históricamente se conoce una sola política económica aplicada en el país y que tuvo efectos inclusive para el largo plazo. Esta política estuvo con el nombre de D.S.21060 que produjo historia y continua vigente.

Después, no se tiene conocimiento de la aplicación de otra política a no ser de pura boca pasemos de la noche a la mañana o de un plumazo del estado al mercado  o del capitalismo al comunismo y viceversa.

Tenemos tal capacidad de convertirnos más papistas que el papa mismo. Parece que no son los sistemas los que nos fallan ya que hemos experimentado todas sino, los que verdaderamente fallan son las personas, es decir, nosotros fallamos. Especialmente siempre han fallado adrede nuestros políticos.

Como se observara el marco teórico esta flotando, esperamos estar en  condiciones de extraer del mismo aspectos positivos porque no hay nada que inventar, simplemente elaborar nuestra propia política económica  y moverse con la dinámica que ella requiera ya que la coyuntura no está para aplicarla durante años.

También la experiencia nos ha demostrado que ya no sirve la aplicación de políticas a largo plazo  porque la economía es tan dinámica que se debe lidiar con el mismo cuerpo a cuerpo.

Demostración palpable de la misma esta por ejemplo en la volatilidad de los precios y el cambio climático que nos exige ser más eficientes en la asignación de los recurso escasos. Afortunadamente todo es perfectible y estamos a tiempo para repensar en el mismo. Tenemos por delante el desafío de conciliar el crecimiento económico con la equidad distributiva.

Para las próximas elecciones tenemos la ineludible obligación de exigir una VISION DE PAIS a todos los partidos políticos, es decir, la coyuntura actual exige tener un plan de país, esto quiere decir que tenemos que planificar ex ante nuestra economía porque ya no se puede improvisar y depender indefinidamente de los altos precios de las materias primas en el mercado internacional, ya no vale la frase: le meto nomas. Para el bienestar general debemos planificar, en otros términos, debemos elaborar y presentar políticas económicas viables, factibles y además aceptadas por la población.

Entonces debemos saber cuánto de mercado y cuanto de estado es factible para el país.

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