Año de elecciones en Latinoamérica
Año de elecciones en Latinoamérica
Infolatam
Washington, 20 julio 2014
Por PETER HAKIM
Washington, 20 julio 2014
Por PETER HAKIM
En el período de un año desde 2013 a noviembre
2014, se producen las elecciones presidenciales en nueve países de América
Latina, la mitad de las naciones de la región. Seis de las elecciones ya se han
celebrado, en cuatro repúblicas centroamericanas (Honduras, El Salvador, Costa
Rica y Panamá) y en Chile y en Colombia. Las tres restantes, en Brasil, Uruguay
y Bolivia, están programadas para el mes de octubre.
La mayoría de las elecciones han sido,
o, de acuerdo con datos de las encuestas disponibles, van a ser muy
competitivas. Hasta ahora, el partido en el poder ha ganado sólo dos de las
elecciones -en El Salvador y Colombia. En los otros cuatro países, el candidato
de la oposición salió triunfante. En los tres países de próximas elecciones,
sin embargo, el partido de gobierno es hoy por hoy líder en las encuestas, por
lo que parece probable que se haya acabado la tendencia de victorias de la
oposición. La Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff se enfrenta a la batalla
política más dura.
En este sentido, la situación política
de la región parece haberse desplazado ligeramente hacia la izquierda. Dos de
las regiones con partidos conservadores más poderosos -Chile y El Salvador –
han sufrido importantes derrotas. Sólo tres pequeños países tienen
hoy presidentes claramente conservadores: Panamá, Paraguay y Honduras. Once de
los 15 gobiernos restantes pueden ser descritos como de izquierda o de
centro-izquierda, mientras que cuatro (Colombia, República Dominicana, México y
Guatemala) son sólidamente como centristas. Mientras que haya algunos
realineamientos políticos y ajustes económicos, no se esperan cambios políticos
radicales. En América Latina, un cambio de presidente y de partido no
va seguido necesariamente de importantes alteraciones políticas o económicas.
Lo que señalan en particular las elecciones de este
año es que la reelección pocas veces se deniega a los actuales presidentes o ex
presidentes de América Latina. La ex presidenta de Chile, Michelle Bachelet ganó
abrumadoramente. El Jefe de Estado colombiano Juan Manuel Santos fue
casi derribado, pero logró mantenerse en el cargo. En las tres elecciones a
finales de este año, un ex presidente, Tabaré Vázquez, y dos actuales, Dilma Rousseff y Evo Morales, están liderando las
encuestas.
Sólo un auténtico outsider ha ganado una elección
en lo que va de año: Luis Guillermo Solís, del
Partido Acción Ciudadana de Costa Rica (PAC). De hecho cada candidato formal en
las nueve elecciones ha sido un alto funcionario elegido, un líder de alto
rango del partido, o una persona relacionada o allegada al presidente o ex
presidente. Los candidatos en Uruguay, por ejemplo, son un ex-presidente y los
hijos de dos ex presidentes.
Curiosamente, ninguno de los resultados de las
elecciones ha sido impugnado. Aunque las denuncias de irregularidades eran
comunes, en ninguna parte se produjo un desafío político importante para el
ganador-a pesar de los estrechos márgenes de la victoria en varios países.
Colombia: La elección más
importante hasta la fecha ha sido la de Colombia, donde el presidenteJuan
Manuel Santos, finalmente triunfó sobre el candidato favorito del ex
presidente Uribe, Oscar Zuluaga, quien había vencido a Santos en
la primera ronda de votación. La victoria de Santos fue una
batalla cuesta arriba, ya que el gobierno deUribe todavía muy
popular llevó a cabo una implacable campaña para derrocar a Santos de
su cargo y paralizar las negociaciones de paz en curso del gobierno colombiano
con la guerrilla de las FARC. Con los acuerdos ya alcanzados en tres de los
cinco puntos críticos de la agenda, las perspectivas son buenas y ahora las
negociaciones conducirán a un acuerdo para poner fin a cincuenta años de guerra
interna del país.
Una victoria de Zuluaga también
habría conducido, casi seguro, a un aumento de las tensiones con Venezuela y
otros países vecinos de Colombia, que apoyan el proceso de paz y no confían en Uribe.
Sin embargo, el ex presidente, que todavía tiene importantes y leales
seguidores en Colombia, continuará ejerciendo considerable influencia política
como senador líder del amplio bloque de la oposición. El Presidente
Santos comienza su segundo mandato con una mayoría mucho más pequeña en el
Congreso de la que tenía hace cuatro años.
Costa Rica: La mayor sorpresa
electoral de este año fue la generalmente previsible Costa Rica. Luis
Guillermo Solís era un desconocido político representante de un
partido relativamente nuevo de centro-izquierda que competía por la presidencia
por tercera vez. Fácilmente venció al favorito del partido del expresidente Oscar
Arias cuyo candidato era el ex alcalde la capital de Costa Rica, San
José. La elección de Solís fue una clara llamada hacia el
cambio en Costa Rica, a pesar de que el desarrollo económico del país era uno
de los mejores de América Latina.
Los costarricenses no estaban contentos con sus
políticos tradicionales ni con las instituciones políticas poco receptivas,
pero querían el cambio, no perturbaciones o discontinuidad. Y eso es lo
que Solís prometió. Es un líder pragmático, que reclamó un más rápido
crecimiento a través de la inversión extranjera y de políticas económicas
convencionales, pero con mayor atención a la pobreza y la desigualdad y una
intensa campaña contra la corrupción. No hubo nada particularmente dramático. Sus
mayores retos serán obtener la aprobación de su programa en el Congreso, donde
manda sólo en una minoría de los escaños, y mantener la disciplina dentro de su
propio partido diverso y a menudo ingobernable.
El Salvador: En El Salvador,
el FMLN ganó su segunda elección presidencial haciendo de nuevo retroceder al
tradicional partido de derecha, ARENA, que durante mucho tiempo gobernó el
país. El candidato ganador en esta ocasión fue el ex comandante guerrillero Sánchez
Cerén, no un moderado aliado del FMLN como su predecesor, Mauricio
Funes. Aunque sonaron las alarmas de los conservadores estadounidenses
acerca de las inclinaciones “duramente izquierdistas” de Sánchez Cerén,
este parece decidido a mantener las buenas relaciones tradicionales entre El
Salvador y los EE.UU.
Pronto hizo un viaje pre-inauguración a los EE.UU.
para reunirse con el secretario de Estado John Kerry. Él y sus
aliados del FMLN son muy conscientes de lo vital que es el vínculo con
Washington, dado el gran número de salvadoreños que viven en los EE.UU., las
remesas que envían a sus hogares, y que EE.UU. proporciona importantes
cantidades de ayuda para seguridad y desarrollo del gobierno. Sánchez
Cerén, sin embargo, también se ha comprometido a reforzar sus vínculos con
Venezuela, algo que no será bienvenido en Washington.
Honduras: Para nadie ha sido
una gran sorpresa, los hondureños eligieron a un líder político y empresarial
conservador como presidente para derrotar a la esposa del ex presidente
izquierdista Manuel Zelaya, la que era considerada como una
sustitución de su marido. Honduras sigue siendo uno de los países más pobres y
más precarios de América Latina, con una de las tasas de homicidio más altas
del mundo. Washington ejerce una gran influencia aquí. Nadie espera muchos
cambios en el próximo período.
Panamá: el presidente
panameño Martinelli, constitucionalmente restringido a un solo
período en el mandato, intentó perpetuarse en el poder eligiendo a un cercano
colaborador como candidato de su partido a la presidencia y poniendo a su
esposa como candidata a la vicepresidencia. A pesar de las impresionantes tasas
de crecimiento económico de Panamá (el más alto de América Latina) y los
progresos realizados hacia la conclusión del Canal de Panamá durante su
presidencia, el candidato de Martinelli perdió las elecciones
frente al vicepresidente Juan Carlos Varela.
Fue a principios de mandato de Martinelli cuando
él y Varela separaron sus caminos y llegaron a ser adversarios
políticos. La mayoría de los panameños, con razón, se dieron cuenta de que Martinelli había
sido un gobernante autocrático y corrupto, poco interesado por los principios y
procedimientos democráticos. El desafío de nuevo presidente, Varela,
será mantener el rápido crecimiento de los últimos años en el país, mientras
hay que hacer más para reducir la pobreza generalizada y para reconstruir la
confianza en las instituciones de Panamá. No será una tarea fácil con la
mayoría del Congreso partidaria de Martinelli.
Chile: la amplia victoria de la ex
presidente Bachelet era fácilmente predecible, sobre todo
después de que la primera candidata de la Alianza Nacional se retiró por
razones de salud y fue reemplazada con una alternativa relativamente débil, Evelyn
Matthei. A pesar del importante crecimiento económico bajo el gobierno
conservador de Sebastián Piñera, no había muchas
posibilidades de derrotar a Bachelet que dejó el cargo hace cuatro años como
una de las presidencias más populares de Chile. Bachelet, sin embargo, puede
tener dificultades para cumplir las expectativas que creado su reelección. El
reto más difícil será la reforma del sistema de educación, muy criticado en el
país, blanco de frecuentes protestas estudiantiles masivas.
Bachelet se ha
comprometido a mejorar el nivel de calidad de la educación, y convertirla en
una fuerza motriz para la igualdad y la movilidad social. Otras promesas son:
aumentar los impuestos de sociedades (sobre todo para financiar las iniciativas
educativas) e iniciar las reformas políticas y legales largamente esperadas. Un
ajuste en la política exterior también puede estar entre los objetivos,
especialmente restablecer las estrechas relaciones con Brasil y crear una mayor
cooperación en la cada vez más dividida América Latina. Al mismo tiempo, se
espera que la nueva presidenta mantenga el excepcional progreso económico de
Chile producido en tantos frentes.
Las tres elecciones presidenciales
restantes, en Bolivia, Brasil y Uruguay, se han programado para octubre. Dos
presidentes en ejercicio y un ex presidente se presentan a la reelección, y van
por delante en las encuestas.
Bolivia: El presidente
indígena Evo Morales, que ha estado gobernando desde 2006, casi
seguro será reelegido para un tercer mandato. Aunque la nueva Constitución
boliviana impone un límite de dos mandatos para el jefe de Estado, a Morales se
le permite presentarse porque su primera elección tuvo lugar antes de la
aprobación del documento. Aunque su apoyo popular ha decaído desde su
última campaña, Morales no tiene rival serio en la próxima campaña y es casi
seguro que mantendrá su dominio hacia la presidencia. No se esperan cambios
significativos en la política gubernamental. Es probable que el país
se mantenga políticamente polarizado y continúe siendo un estrecho aliado de
Venezuela y Ecuador, con escasos progresos en sus difíciles relaciones con los
EE.UU. Las previsiones apuntan a que la economía tendrá una trayectoria
razonablemente saneada
Uruguay: Al igual que Michelle
Bachelet, ex presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, va
a presentarse para un segundo mandato, después de dejar el cargo hace cuatro
años, según la legislación constitucional. Vázquez fue un
presidente popular y respetado y actualmente ocupa una posición de liderazgo
sobre sus dos rivales principales -pero su reelección está lejos de ser segura.
El candidato del Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle Pou (el
hijo del ex presidente Luis Alberto Lacalle), puede ser una
alternativa atractiva, sobre todo al Frente Amplio que ha ocupado la
presidencia ya durante dos mandatos y su liderazgo ha envejecido, mientras que
Lacalle representa claramente una nueva generación. Sin embargo no hay
duda de que el Frente ha gobernado con considerable éxito. La economía
uruguaya, bajo la dirección de Danilo Astori, actual vicepresidente y ex
ministro de Hacienda, se ha mantenido excepcionalmente bien. Por otra parte, el
país tiene ahora la legislación social más progresista de América Latina. Fue
el actual presidente José Mujica, quien supervisó la legalización del aborto,
el matrimonio gay y el consumo de marihuana, aunque estas iniciativas no son,
de ninguna manera, totalmente populares en el país.
Brasil: Teniendo en
cuenta el tamaño del país junto con su influencia regional y global, la
elección de Brasil es vista, en general, como la de más repercusión entre las
de este año en América Latina, aunque la campaña presidencial de
Colombia pudo ser también significativa. Como sucesora elegida a dedo por Luiz Inácio Lula da Silva, el
político más popular del país, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ganó
su primera elección con relativa facilidad.
Rouseff asumió el cargo
en enero de 2011, prácticamente en la cima del meteórico ascenso de Brasil. A
pesar de una desaceleración de la economía desde el inicio de su mandato, sigue
siendo popular, debido a una combinación de simple dinámica, el bajo desempleo
y el apoyo constante de su predecesor. En junio de 2013, sin embargo,
las protestas masivas estallaron en todo el país exigiendo la reforma de los
servicios públicos notoriamente inadecuados en Brasil y contra el fastuoso y a
menudo corrupto gasto del gobierno.
El apoyo de la presidenta se hundió rápidamente
desde más del 60 por ciento a alrededor del 30 por ciento, lo que tiene hoy.
Sin embargo, todavía supera a todos los demás candidatos, y con Lula da
Silva suministrando un fuerte viento de cola, sigue siendo la favorita
para ganar la reelección en octubre próximo. Muchas cosas, sin embargo, podrían
descarrilar para la presidenta Rousseff en un segundo mandato
– por ejemplo, un aumento de la inflación o del desempleo, la escasez
prolongada de energía, el mal manejo de las protestas callejeras, repeticiones
de los escándalos políticos como los recientes, y brechas en la seguridad u otros
fallos importantes en el Copa del Mundo.
Si Rousseff se tambalea, el
probable ganador será Aecio Neves, el candidato del PSDB, el
Partido Social Demócrata del presidente Fernando Henrique Cardoso.
Si eso llegara a ocurrir, casi seguro se producirán cambios en la política,
aunque es difícil predecir hasta qué punto de drásticos serían los cambios. En
un Brasil cambiante, la lenta evolución de las instituciones políticas y su
estancada burocracia se interponen en el camino hacia cambios rápidos o
disruptivos. Sin embargo, es probable un giro hacia una economía más abierta,
con menos dirección y gestión estatales, aunque continuará el énfasis en la
reducción de la pobreza y el desarrollo social. En política exterior, Brasil
seguirá siendo, en gran parte, un actor independiente, pero bien podría
pretender llegar a unas relaciones más estrechas con los EE.UU. y ser menos
complaciente con Venezuela y sus aliados en América Latina.
Gane quien gane las elecciones de
Brasil en octubre tendrá que enfrentarse a los déficits estructurales a largo
plazo, que se han vuelto obvios hasta para el observador casual: un sistema judicial
que funciona mal; infraestructuras deterioradas; despilfarro e impuestos y
regulaciones regresivos; escuelas y universidades mediocres; y barreras
innumerables para el comercio, la inversión y la innovación. Estos desafíos se
han mantenido prácticamente irresolubles incluso para los presidentes más
exitosos de Brasil.
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